Consulta de psicología y sexología

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jueves, 21 de mayo de 2009

HOMBRE - MUJER


La desigualdad subjetiva entre hombres y mujeres y la castración simbólica de la mujer no obedece a la falta de órgano genital sino a: A su carencia de poder, al sometimiento de su palabra al hombre, a la ausencia de representación, y a la imposibilidad de realización en un mundo masculino. A su vez, la legitimación de la práctica sexual en las mujeres es distinta a la de los varones: La sexualidad de la mujer tiene que estar legitimada por el amor; mientras que en el varón la sexualidad no pasa necesariamente por la demanda del amor. La sexualidad femenina se ha visto determinada y reducida a lo largo de la historia a la función de reproducción, desde una ideología patriarcal que detenta y organiza el poder. Cada sociedad desarrolla sus sistemas de género a partir de la diferencia sexual entre hombres y mujeres. Estos “rasgos” asignados e interpretados como masculinos o femeninos son vistos como “naturales”, pero en realidad son construidos socialmente. Muchas mujeres rechazan las actitudes femeninas impuestas por los hombres, como la timidez, el sentimentalismo y el conservadurismo, y disfrutan en mayor grado de los auténticos aspectos femeninos. En la pareja que goza de relaciones de igualdad, todos los aspectos de la sexualidad y sensualidad son acogidos con interés y entusiasmo, los actos sexuales se consideran divertidos, en lugar de algo serio. Tienen menos obstáculos para expresar tanto sentimientos negativos como positivos, mientras otros se callan por temor a las consecuencias. El hombre está en desventaja como sexo débil porque su sentido de la masculinidad está vinculado al papel que la sociedad le obliga a representar. Los personajes que encarnan los hombres según les ha asignado la sociedad se modifica según las preocupaciones que les embargan en cada circunstancia y varía entre un estereotipo simplón y fundamentalmente juvenil de erección constante (que cuando no se cumple le desmoraliza) y el estereotipo de la irresistibilidad para las mujeres (que cuando no se cumple le puede llevar a sentimientos de rechazo y de exclusión). El patrón estereotipado del marido responsable de su mujer y de sus hijos no es malo en sí, pero actualmente abundan casos de impotencia y depresión cuando han perdido el trabajo y es ella la que gana el sueldo. Los sentimientos masculinos de angustia nacen del hecho de que el pene no sea sólo el instrumento para realizar el acto sexual, sino también símbolo de dominación; el hombre considera su erección como una muestra de rendimiento, un éxito y una insignia de masculinidad. A las mujeres se les ha afligido del mismo modo y las hay que se alteran o se sienten privadas de su feminidad cuando el papel de esposa y madre se les va de las manos. Algunos hombres se han quedado anonadados por la sola idea de que una mujer en plena excitación sea capaz de varios orgasmos seguidos y disfrutar con varios compañeros si fuese necesario. La aparición de la píldora y la toma de conciencia de la mujer sobre su propio potencial ha dado lugar a la impotencia de muchos maridos que alimentaban imágenes neuróticas de su masculinidad. La separación de los aspectos recreativos del sexo de los meramente reproductivos o afectivos, está acabando con la represión. Ahora la mujer puede hacer efectivo todo su potencial sexual sin temores, puede ser promiscua si quiere y, por encima de todo, puede aceptar el hecho de que la sexualidad de ambos sexos puede ser relacional, o recreativa, según el momento.

Vicente Gascón

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