Consulta de psicología y sexología

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viernes, 15 de marzo de 2013

Cincuenta sombras


Hay personas que disfrutan con juegos de apariencia agresiva, bien sea por querer probarlo todo, o bien por teatralizar la autoconfianza de la que carecen. Cuando una pareja práctica algún acto físico de dominio o sumisión, lo hacen con la intención de alcanzar un orgasmo mutuo y a modo de diversión. La sexualidad de la mayor parte de los hombres muestra una mezcla de agresión, de tendencia a dominar, como forma de vencer la resistencia del objeto sexual de un modo distinto a los actos de cortejo.
El sadismo se corresponderá implica actos (reales, no simulados) en los que el sufrimiento físico o psicológico (incluyendo la humillación) de la víctima es sexualmente excitante, llegando a la satisfacción con el sometimiento y mal trato de su objeto sexual, no puede funcionar apropiadamente en relaciones sexuales normales y recurre a personas, objetos o cosas que no pueden criticarle o hacerle sentir inseguro en su identidad sexual o en su ejecución sexual. Su necesidad más que sexual es en realidad psicológica: necesidad de control, necesidad de expresar su frustración o coraje, necesidad de olvidar sentimientos de inadecuacidad social, entre otros. La sexualidad se convierte en el instrumento.

Algunos sujetos que padecen el trastorno pueden dedicarse a sus actos sexuales durante muchos años sin aumentar el potencial para infligir lesiones físicas graves. Sin embargo, la gravedad de los actos sádicos suele aumentar con el paso del tiempo. Cuando el trastorno es grave y se halla asociado con el trastorno antisocial de la personalidad los individuos pueden lesionar gravemente o matar a sus víctimas.
El masoquista consiste en el acto (real, no simulado) de ser humillado, golpeado, atado o cualquier otro tipo de sufrimiento, abarcando un espectro que va desde la exploración directa de la sensibilidad cutánea y muscular, pasando por el ensayo a prueba de la representación de diversos papeles, hasta el masoquismo auténtico, que es el deseo de recibir castigo en expiación de la sexualidad y, en casos extremos, en expiación de la propia existencia.
Suele darse el masoquismo como continuación del sadismo dirigida contra el propio yo que se coloca como objeto sexual, por lo que las dos formas aparecen casi siempre en la misma persona, aunque una de las dos formas se haya más desarrollada constituyendo su carácter predominante.
La gente habitualmente no está dispuesta a mantener una relación de pareja con una persona que trata de representar una dominación de que carecen, mediante la humillación y el rechazo de las personas que les ama, e igualmente ocurre respecto al masoquista percibido como continuo perdedor, carente de voluntad e iniciativa.

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