viernes, 7 de marzo de 2014
ASPECTOS DE LO MASCULINO Y DE LO FEMENINO
La gente ha absorbido unos papeles sexistas
preconcebidos y restrictivos y se han convertido en superficiales al hacer el
amor. De forma que nos hemos convertido en seres aburridos, incapaces de
explorar otras parcelas de nosotros mismos para redescribir la intimidad.
Las pautas culturales tienen un gran peso ante la
concepción del individuo sobre qué significa ser hombre y ser mujer. Puedes
creer que, como persona con cuerpo femenino, eres exclusivamente femenina y por
tanto obligada a seguir una serie de roles predeterminados socialmente. Al
relacionarte con un hombre, puedes imaginar que estás obligada a ser dulce,
dependiente y abnegada, a hacer cosas para complacer a tu pareja, y siempre
mostrarte sensual para ser amada. Si naciste en un cuerpo de hombre, puedes
creer que eres exclusivamente masculino, que esperan de ti que actúes como un
hombre, que siempre has de llevar la iniciativa, ofrecer una imagen dura y
competente, y creer que tu virilidad se mide por tu nivel económico.
Muchos hombres temen que cualquier expresión de
amabilidad o inseguridad pueda interpretarse como signo de una homosexualidad
latente; o que, si se muestran demasiado cariñosos con su pareja, ésta les
manipule o dirija. Muchas mujeres, no dejan aflorar su lado masculino, porque temen
que al tomar la iniciativa o plantear sus necesidades sexuales, perderán
atractivo y los hombres ya no las desearán.
Muchos de nosotros, cuando nos hallamos inmersos en
relaciones de compromiso, estables, buscamos lo previsible, la comodidad y el
compañerismo porque nos da miedo explorar los misterios que encarnamos juntos
como hombre y mujer, exponernos a nuestros yo más profundos. Sin embargo, en el
temor de lo desconocido que llevamos dentro y está entre nosotros, ignoramos y
negamos el auténtico regalo que nos pone al alcance el compromiso: la auténtica
intimidad.
Aprende a ampliar tu yo masculino o femenino,
asumiendo los aspectos masculinos o femeninos de tu personalidad, aceptándolos,
explorándolos con tu pareja y expresándolos al hacer el amor.
Para llevar adelante una relación feliz entre hombre
y mujer, hay que conseguir un equilibrio entre la parte masculina y la femenina
inherentes a nuestra naturaleza. Cada uno posee en un interior masculino que va
ligado a la energía dinámica, activa; a establecer y conseguir objetivos y a
lograr realizaciones. Y así mismo, poseemos un interior femenino, la capacidad
de dejar que las cosas ocurran, de dejarnos llevar sin establecer metas, para
relajarnos y ser lúdicos. Esta bipolaridad de nuestra naturaleza viene
corroborada por la coexistencia de hormonas masculinas y femeninas en cada
hombre y en cada mujer.
En una relación amorosa, cuando se desarrollan y
comprenden estas cualidades femeninas y masculinas, se produce en el interior
de cada persona la unión de las dos polaridades, generando la “conciencia de
éxtasis”, un estado consciente que abarca ambos sexos en un cuerpo y los eleva
por encima de la dualidad interna a un estado de unidad.
Las relaciones íntimas se basan en gran parte en
nuestra capacidad empática, la capacidad de participar de los sentimientos o de
las ideas de otro, dando la sensación de fusión con el estado subjetivo de la
otra persona. No podemos llegar nunca a ser la persona que amamos, pero podemos
penetrar en el mundo de esa persona y compartir su interior, dejándonos a
nosotros mismo a un lado y escuchar a la otra persona, identificándonos con lo
que nos dice.
Existen unos sistemas de comunicación, aunque no se
trata de reglas de oro, porque todo va a depender de cómo se apliquen. Hay
parejas que son menos habladoras y que no requieren una excesiva comunicación
para relacionarse con los demás. Del mismo modo, hay parejas que discuten a
menudo, pero que lo viven de manera satisfactoria, guardando el debido respeto
y sin conflictividad alguna.
En términos generales, no se puede decir qué es lo
mejor. Lo que sí es cierto es que habría elementos que juegan un papel más
positivo, en relación con una comunicación directa y clara de lo que se piensa,
siente y desea. Es la situación que implica el respeto de las posiciones del
otro. Es precisamente ese respeto, junto a la propia capacidad para expresar lo
que es importante para uno mismo lo que tiene más peso en la satisfacción
conyugal.
La comunicación requiere escuchar cuidadosamente y hablar
claramente, lo mejor es usar mensajes que comiencen con la primera persona
"YO", que muestre que la persona está hablando por sí misma. Pedir
aclaraciones durante la comunicación no implica una falta de respeto, cada
persona puede comunicarse de forma diferente y eso puede ocasionar
malentendidos. La comunicación puede mejorarse: escuchado mejor, manteniendo la
mirada, aclarando sentimientos, tratando de entender el punto de vista de la otra persona,
ofreciendo soluciones posibles a los problemas y, dando mensajes positivos
no-verbales tales como una sonrisa o un toque. Hay conductas que impiden la
comunicación como: no escuchar, gritar o hablar fuerte, culpar, criticar o
llamar por nombres hirientes, hacer que la otra persona se sienta culpable, enviar
mensajes no-verbales negativos, tales como fruncir el ceño o interrumpir.
Después de saludaros cordialmente, os sentáis
cómodamente, uno frente al otro, incluso podéis permanecer cogidos de la mano,
mirándoos con serenidad y afecto. La mujer comienza a hablar sí misma, de los
sentimientos que vuestra relación le provocan, de sus pensamientos, creencias,
ideas, valores, sensaciones, sentimientos, emociones, etc. Mientras tanto el
hombre escucha atentamente visualizando y captando sus sentimientos, sin juzgar
o valorar lo que dice, sin analizar ni estudiar respuestas. Sólo tratar de
ponerse en su situación, de entenderla, de ponerse en su lugar, sin interrumpir
o hacer comentarios. Cuando ella ha acabado de expresarse, agradece a su
compañero el que le haya escuchado, a su vez él le agradece que haya tenido esa
confianza para expresarse. Después cambian los papeles y él habla de si mismo,
sin hacer ninguna referencia a lo que ella ha contado, pues se trata de exponer
algo que previamente él ya sentía; ella escucha atentamente de la misma manera
hasta completar todo el proceso.
A continuación, los dos os desnudáis (podéis hacerlo
el uno al otro), y os sentáis nuevamente uno frente al otro. De nuevo hablaré
ella y él escucha empáticamente, hablando sobre cómo se siente al verse
desnudos el uno frente al otro. Seguir el mismo procedimiento anterior y cuando
ambos hayáis hablado y expresado vuestro agradecimiento. Acabar el ejercicio
con un abrazo íntimo.
Evitar el contacto sexual durante o
inmediatamente después del ejercicio, y no hagáis ningún comentario sobre lo
que cada uno ha expresado.
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