viernes, 7 de marzo de 2014
AUTOESTIMULACION SEXUAL
Tú eres la fuente de tu propio placer
orgásmico. Al aprender a darte placer tú mismo, descubrirás cómo y dónde te
gusta que te toquen. Si exploras los misterios de tu erotismo, único y
particular, podrás compartir luego esos tesoros con tu pareja. Para tener una
mayor conciencia sexual hay que tener una actitud sana y respetuosa hacia los
propios genitales. Los órganos sexuales son una parte sagrada del cuerpo
humano. Aprender a querer esas partes de ti mismo requiere por lo común un
proceso de superación de antiguos tabúes y complejos de culpa.
Antes del ritual, enciende velas en el
lavabo y date un baño de agua caliente perfumada con unas gotas de aceites
esenciales afrodisíacos; por ejemplo, para la mujer, de rosa, sándalo o neroli.
Posteriormente, para calentar y suavizar todo tu cuerpo, úntate la piel con una
loción nutritiva. Para el hombre, aceites de jazmín o sándalo.
Dedica algún tiempo a explorar tus
genitales, mediante la respiración y la visualización aumentarás la conciencia
de estas partes esenciales de sensibilidad en tu cuerpo y la conexión con
ellas. Pon tu música rítmica preferida. Desnúdate, abre las piernas y contempla
los genitales con un espejo. Acaríciatelos y grábate esta imagen en tu memoria.
Practica cerrando los ojos e intentando mantener esta imagen mental. Para
reforzarla, abre de nuevo los ojos, mira al espejo y vuélvelos a cerrar.
Continua así hasta que los veas claramente con tu mente.
De forma sensual recubre todo el cuerpo
con aceite. Tomate el tiempo necesario para abarcar todo el cuerpo, buscando el
placer en lugares imprevistos: los pezones, el cuello, la parte interior de los
muslos. Una vez realizado el masaje, túmbate en la cama, el cuerpo relajado,
los brazos al lado del cuerpo, respirando profundamente en dirección a los
genitales. Cierra los ojos y nota las vibraciones de la música en todo el
cuerpo.
Recuerda un momento de placer en tu vida
amorosa. Fórmate una imagen mental de una época en que te sentías seguro,
amado, protegido, abierto. Métete de lleno en el ambiente. Nota el flujo de la
sangre en las venas, los latidos del corazón, el pulso de la energía vital en
el ombligo y el estómago. Te embargará una sensación de emoción, de excitación,
como si te estuvieras preparando para una cita.
Sin mover los brazos, levanta los
antebrazos hasta la posición vertical, concentrándote en las manos,
insuflándoles energía. Al respirar
profundamente y sacudir las manos durante un minuto, notarás cómo se electrizan
las puntas de los dedos. Deja que toquen suavemente tu cuerpo desnudo, como si
fueran plumas.
Acaricia tu cuerpo, respirando en cada
sensación, notando la trama de la piel, la textura, los lugares donde está
cálida, suave, los lugares donde está fría y árida. Haz un masaje a estas zonas
frías, calentándolas, proporcionándoles amor, apoyo y ternura. Tócate todo el
cuerpo, eso eres tú, algo bello. Te mereces hasta el último momento de placer.
Este momento de goce se ha convertido ahora en tu único objetivo.
Al mover las manos a lo largo del
cuerpo, continúa sintonizando la imagen de la escena de amor del comienzo.
Recuerda la forma en que te tocaba tu pareja
y cómo respondías. El amante ahora eres tú. Tú el amante y tú cuerpo el
amado. Métete en la escena, respira en estas sensaciones como si volvieses a
estar allí. Tus manos, las manos de tu amante, te están tocando, y tu cuerpo
responde con el movimiento ondeando y arqueándose hacia arriba, buscando la
caricia del amante, rindiéndole homenaje, dándole la bienvenida.
Deja que tu cuerpo dirija el movimiento:
qué postura prefieres: ¿de pie, de espaldas, boca abajo, arrodillado,..?. Busca
lo que más te excite.
Para la mujer específicamente: Con un
espejo de mano, obsérvate la vulva. Fíjate en su forma y su color y luego,
apartando los labios mayores y menores con los dedos, observa el clítoris y la
entrada de la vagina. Libera la tensión de la zona pélvica y genital.
Túmbate y relaja todo el cuerpo, inspira
profundamente y lleva el aire al abdomen. Luego imagínate que espiras ese aire
lentamente por los genitales y el ano. Visualiza cómo esa zona se va calentando
y relajando con cada espiración.
En primer lugar, lubrícate el vientre y
acarícialo. Lubrica seguidamente la zona genital: escroto, perineo y ano.
Finalmente, el pene. Primero has de tocarlo con gran delicadeza, después,
moviendo las manos entre la base y la punta. Sosteniéndolo, haciendo girar las
manos a su alrededor, estirándolo, acariciando la piel que hay debajo, notando
el sensible surco alrededor del glande. Acelera el movimiento, lubricando el
pene. Toca luego la piel sensible del escroto, de la zona del perineo, con
ambas manos, arqueando los muslos para acrecentar el placer; pasamos los dedos
alrededor del ano, aceptando, también, esta parte como idónea para la
sensibilidad erótica. Juega con ella, hazle cosquillas.
Si necesitas un masaje más profundo y
prolongado, te sientas con la espalda contra la pared para poderte acariciar
con más facilidad toda la parte del perineo, el escoto y los testículos.
Presiona fuerte el perineo con ambas manos. Debajo de esta zona se halla la
glándula de la próstata, situada en el interior. Acariciando el perineo
estimulas la próstata y ello a su vez, aumenta la excitación sexual. El mejor
método consiste en presionar con regularidad con dos dedos y después, con
movimientos rítmicos y regulares, presionamos toda la zona a la vez que
acaricias el pene. Ejerciendo una presión fuerte en el perineo y acelerando las
caricias, te excitarás rápidamente.
Al proporcionarte placer con una mano,
con la otra tu acaricias la zona genital, el ano y el abdomen por encima del
pubis. Intensifica la respiración y el movimiento corporal, a fin de que la
excitación aumente la calidez y la sensibilidad de esta parte del cuerpo.
Para mejorar las respuestas genitales y
su control, ejercita los músculos de las nalgas, que rodean y sostienen los
órganos sexuales. Al aumentar el flujo de sangre en la zona genital
revitalizarás, fortalecerás y tonificarás los tejidos, y también intensificarás
las respuestas sexuales sin dejar de mantener el control del proceso de
consecución del clímax orgásmico.
Inspira, formándote la imagen mental de
que obtiene la energía del placer, el fuego sexual, de los genitales y lo
extiendes a la pelvis. El movimiento de la válvula del PC te ayudará a
visualizar el proceso y, al igual que en la respiración sexual, al respirar a
través de los genitales, te imaginas un cálido hormigueo de la parte inferior
del canal energético que va del perineo hasta la coronilla. Espira, imaginando
cómo se extiende, se expansiona el fuego sexual, colmando toda la zona pelviana
de oleadas de placer. Ayudarás a extender esta energía acariciándote el vientre
lentamente y con movimientos circulares.
Para la mujer: Acaríciate todo el
cuerpo, incluidos la cara, los pechos, el vientre y los muslos. Deja que los
dedos exploren los suaves pliegues de los labios vaginales y frota sensualmente
la vagina y el clítoris de todas las formas que te proporcionen placer.
No apresures el orgasmo. Tómate tu
tiempo para apreciar las sensaciones sexuales. A medida que tu cuerpo se vaya
excitando, relájate y respira profunda y regularmente, como si la onda orgásmica
se desplazara por la totalidad del cuerpo.
Las fantasías sexuales positivas pueden
iniciar e intensificar la excitación, pero es mejor no quedarse con las
imágenes mentales y sumergirse profundamente en la experiencia física en sí.
Tensa los músculos de las nalgas para aumentar las sensaciones orgásmicas y,
cuando tu cuerpo esté al borde del orgasmo, suspira, gime y expresa tu erotismo
sin complejos. Entrega tu cuerpo a las olas del placer.
Para la mujer: Desliza las manos sobre
el vientre; mueve los dedos por entre el vello púbico; toca suavemente los
labios de la vagina. Provócate, sin prisas, acaríciate la pelvis, el perineo,
el ano. Lubrica los labios mayores y menores, el clítoris, la abertura y el
interior de la vagina. Disfruta con la suavidad de los labios vaginales al
abrirse bajo tus dedos como los pétalos de una flor. Nota la cavidad interior
húmeda, cómo sus paredes elásticas abrazan tus dedos. Nota que su interior se
vuelve húmedo y suave, se abre para el amor, la vida y el placer. Cuando estés
apunto, lubrifica el perineo y finalmente el ano. Investiga diferentes
caricias, roces, presiones. Estira suavemente el vello púbico. Excítate
estimulando la zona próxima al clítoris, dibujando círculos y rozando
suavemente el clítoris. Al estimularlo directamente, comprueba que parte es más
sensible. Intenta sujetar el clítoris entre el pulgar u el índice. Intenta
pasar el dedo índice de ambas manos por la base de arriba abajo. Cuando
encuentres un tipo de caricia que te guste, la mantienes en una progresión
rítmica, aumentando la excitación.
Acaríciate la zona próxima al ano,
comprimiendo y relajando los músculos anales, aceptando esta parte como
instrumento de placer. Tal como descubrirás más adelante, el ano tiene un gran
potencial orgásmico tanto para el hombre como para la mujer.
Puedes acariciarte el clítoris y los
pezones al mismo tiempo, esto puede intensificar tu placer. También puede
introducirte un objeto en la vagina y simular el movimiento rítmico del pene.
La estimulación clitorial y vaginal simultánea puede resultar muy efectiva para
llevarte al borde del orgasmo. Mantente en este punto sin llegar al orgasmo.
Al proporcionarte placer con una mano,
con la otra tu acaricias la zona genital, el ano y el abdomen por encima del
pubis. Intensifica la respiración y el movimiento corporal, a fin de que la
excitación aumente la calidez y la sensibilidad de esta parte del cuerpo.
Inspira, formándote la imagen mental de
que obtiene la energía del placer, el fuego sexual, de los genitales y lo extiendes
a la pelvis. El movimiento de la válvula del PC te ayudará a visualizar el
proceso y, al igual que en la respiración sexual, te imaginas un cálido
hormigueo de la parte inferior de la flauta interna al respirar a través de los
genitales. Espira, imaginando cómo se extiende, se expansiona el fuego sexual,
colmando toda la zona pelviana de oleadas de placer. Ayudarás a extender esta
energía acariciándote el vientre lentamente y con movimientos circulares.
Continua proporcionándote placer hasta
que casi alcances el punto culminante, al borde del orgasmo, justo antes del
punto sin retorno. Entonces para completamente la estimulación e inspira,
conteniendo la energía del placer, dejando que te envuelva toda la zona
pelviana.
Te puede ayudar en este proceso centrándote
únicamente en el placer del contacto con tus zonas sensuales acompañándote de
las fantasías sexuales que incluyan a la otra persona. Si te resulta apetecible
sigue el tiempo que precises con tu estimulación sensual, pero de momento evita
estimularte los genitales para provocar el orgasmo. Para evitarlo, ve pasando a
acariciar las demás zonas en orden decreciente de sensibilidad erótica. Acaba
expandiendo las sensaciones placenteras hacia todos los rincones de tu cuerpo
ayudándote de la técnica de la respiración sexual.
Has resistido la tentación de conseguir
una rápida liberación. Éste constituye un momento importante en la senda del
éxtasis sexual.
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