Consulta de psicología y sexología

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viernes, 7 de marzo de 2014

RELAJACIÓN PREVIA

La relajación es una actividad previa que permite desprenderse de las tensiones tanto de las provenientes de la vida cotidiana como de las relacionadas con miedos, inseguridad o ansiedad temperamental de cualquiera de los miembros de la pareja.
Los miedos y frustraciones acumulados a lo largo del tiempo, a la hora del tema sexual provocan sentimientos nocivos que pueden favorecer los problemas sexuales y relacionales. La mujer con sequedad vaginal, anorgasmia o vaginismo puede sentirse desilusionada y frustrada consigo misma. El hombre con eyaculación precoz o disfunción eréctil se pude responsabilidad en exceso por su problema y su recuperación. Al igual que las tensiones y disputas que pueden surgir entre los miembros de la pareja con motivo de la insatisfacción sexual.
Los ejercicios de relajación sirven para reducir esta tensión y crear un ambiente relajado en el que se evitan las exigencias por conseguir resultados determinados, por ello es importante comenzar con ellos para luego poder abandonarse al goce sexual. Este ambiente evita poner el énfasis en los resultados, y en el caso de personas con problemas sexuales, para no obsesionarse por la curación de la disfunción, desencadenando una actitud menos seria e incluso divertida.
Para las personas impacientes, a los cuales la idea de no “ir al grano” y de perder el tiempo con ejercicios que considera irrelevantes, hay que indicarles que es precisamente su impaciencia la causante de su problema. Por tanto, no desestimes la importancia de realizar esta actividad previa, pues cuando uno se desconecta de estas inquietudes y puede distenderse y abandonarse permite que todo el proceso sexual de desarrolle de forma fluida y natural. Los intentos de controlar el funcionamiento para evitar la aparición del problema, bloquean el proceso de la respuesta sexual, mientras que el abandono y la despreocupación facilitan los resultados satisfactorios, sino de forma inmediata, si según se van superando los pasos que aquí se describen; a la vez podrán ambos miembros de la pareja desfrutar de los contactos íntimos y sensuales del jugueteo amoroso.
Para reducir las tensiones y ansiedad
La puedes realizar en un cómodo sillón o estirado sobre la cama o el suelo. Si padeces molestias en la parte inferior de la espalda, puedes colocar una almohada debajo de las rodillas.
A medida que tu cuerpo empieza a relajarse necesitarás corregir la forma de sentarte o tenderte, Has de tener una respiración fluida y natural durante toda la meditación. Utiliza una música suave y melódica e intenta desprenderte de los pensamientos que te bloqueen.
Comienza tensando y destensando suavemente los músculos hasta que te encuentres en una posición cómoda.
Deja que el cuerpo se acomode y se hunda en el sillón, en el suelo o en la cama.
Fija tu atención en las sensaciones corporales. ¿Cuáles son las zonas que se encuentran relajadas? ¿Cuáles notas tensas?
Fíjate ahora en tu manera de respirar. Siente como se dilatan los pulmones y cómo el pecho y el estómago sube y bajan a medida que inspiras y espiras.
Respira profundamente. Inspira a través de la boca. Expulsa el aire poco a poco.
Dirige tu atención a los pies. ¿Cómo los sientes? Contrae ligeramente los músculos de los pies varias veces, mantenlos así un par de segundos y luego relájalos
Concéntrate en las pantorrillas. Ténsalas ligeramente durante unos segundos y luego relájalas.
Concéntrate en los muslos. Ténsalos ligeramente durante unos segundos y luego relájalos.
Ajusta la posición de tu cuerpo, si te hace falta. Examina cómo sientes las caderas, las nalgas y la zona inferior de la espalda. Libera cualquier tensión que se haya acumulado en estas zonas.
Concéntrate en las nalgas. Ténsalas ligeramente durante unos segundos y luego relájalas.
Concentra tu atención en el estómago y la región abdominal. Relaja el estómago y la zona abdominal mediante una respiración profunda.
Traslada la atención al pecho. Siente cómo los pulmones se hinchan y el pecho se dilata a medida que inspiras y espiras.
Concéntrate en los músculos de la espalda. Mueve ligeramente la espalda de un lado a otro, para liberar cualquier tensión muscular.
Traslada la atención a los brazos y a las manos. Cierra con fuerza los puños un momento y ábrelos. Tensa y relaja los músculos de los brazos. Mueve brazos y manos de un lado a otro y luego vuelve a dejarlos en su posición natural.
Para relajar los músculos situados entre los omóplatos, arquea ligeramente la parte superior de la espalda y junta los omóplatos durante un par de segundo, luego relájalos.
Asegúrate que los hombros permanecen sueltos y relajados. Fíjate cómo notas el cuello, libera la tensión que quede.
Poco a poco y con suavidad, estira los músculos del cuello girando la cabeza de izquierda a derecha, y viceversa. Los movimientos han de ser lentos y pausados.
Realiza un movimiento de rotación con la cabeza siguiendo la dirección de las agujas del reloj, y luego en dirección contraria. Nota como los músculos del cuello se relajan.
Ahora, mueve ligeramente las mandíbulas de un lado al otro y fíjate en cómo la sientes. Para destensarla, aprieta los dientes y aflójalos una o dos veces. Mueve la mandíbula inferior de izquierda a derecha y observa si el haber apretado y aflojado los dientes ha permitido liberar cualquier tensión.
Respira hondo y expulsa el aire lentamente.
Relaja la cara mediante los movimientos de tensar y aflojar los músculos faciales.
Relaja la frente frunciendo y arqueando las cejas.
Relaja por completo la cabeza.
Cuenta lentamente hasta diez.
Siente cómo todo tu cuerpo está totalmente relajado y flácido, como el de una muñeca de trapo.
Dedica un momento a repasar tu cuerpo otra vez. Si hay alguna parte de tu cuerpo que aún necesite relajarse, ténsala y luego relájala.
Respira profundamente tres veces.
Ahora, inspira profundamente a través de la nariz... y expulsa el aire a través de la boca.
Inspira de nuevo y retén el aire unos cuatro segundos antes de expulsarlo.
Inspira lentamente, retén el aliento unos cuatro segundos, y espira.
Nota cómo todo tu cuerpo está profundamente relajado debido a las respiraciones.
Ahora siente como si te rodeara un círculo de luz curativa.
Nota cómo tu cuerpo absorbe esa luz.
Utiliza la luz que penetra en tu cuerpo para destensar cualquier parte de tu organismo que todavía no se haya relajado del todo.
Aspira esa luz e introdúcela en tus pulmones.
Dedica un momento a sentir la paz dentro de tu cuerpo y tu conexión con esta luz apacible y curativa.
Respira profundamente otra vez.
Abandona la imagen de la luz, consciente de que ésta va a permanecer en tu interior.
Muévete con suavidad de un lado a otro y abre lentamente los ojos.
En tu actividad cotidiana, recuerda mantener los hombros sueltos, de respirar profundamente y de visualizar la luz curativa cada vez que notes estrés o cierto nerviosismo.
Para serenar la mente
Para desarrollar la capacidad de relajarte, serenarte mentalmente y aumentar la capacidad de concentración.
Comienza con un breve período de relajación, luego realizarás un viaje mental a lo largo de un sendero en medio de un bosque, el cual conduce hasta un arroyo claro como el cristal.
En este lugar te sentarás y te sumergirás en la belleza que te rodea, visualizando los colores y las formas. Imagina tu entorno lo mejor que puedas. Confía en las imágenes que vas a percibir.
Comienza respirando hondo. Inspira lentamente a través de la nariz y espira a través de la boca.
Asegúrate de que estás en una posición cómoda y que tu espalda se encuentra apoyada. Dedica un momento a revisar tu cuerpo y a notar cómo lo sientes.
Sigue el proceso anterior, contrayendo y aflojando cada uno de los músculos tensos: pies, piernas, estómago, abdomen, torso y espalda, omóplatos.
Mueve circularmente los hombros y comprueba si se relajan los músculos. Si notas rigidez, respira profundamente y utiliza la respiración para destensar los músculos. Inspira y visualiza cómo los músculos se distienden. Verifica si tus hombros están bajados y relajados.
Sigue con los brazos y manos. Siente si tu cuello esta relajado, mueve la cabeza de un lado a otro, lentamente y con suavidad. Prosigue con las mandíbulas, rostro, ojos y cuero cabelludo.
Cuenta lentamente hasta diez y efectúa tres respiraciones profundas. Inspira lentamente a través de la nariz y espira por la boca.
Vuelve a inspirar y retén el aire durante cuatro segundos antes de espirar. Inspira de nuevo, retén el aire y expúlsalo.
Verifica la posición de tu cuerpo y rectifica si hace falta.
Vas a realizar un viaje mental por un sendero en el bosque, hasta un arroyo apacible.
Empieza el viaje visualizándote de pie frente a una veja. Observa el aspecto de esa verja, dale el aspecto que te resulte más seductor y atrayente.
La verja está allí para proteger los lugares especiales que se encuentran al otro lado. Sólo tú puedes cruzarla, a menos que decidas invitar a alguien a que te acompañe.
Abre la verja, crúzala a pie y ciérrala a tus espaldas.
Empieza a caminar por el sendero que se extiende ante ti.
Observa los altos árboles, los helechos y las frondosas plantas que te rodean.
¿Por qué clase de sendero caminas?. ¿Es un camino natural o está pavimentado?
Hace un hermoso día de verano y resplandece el sol.
A lo largo del sendero crecen fragantes flores silvestres. Párate un momento y huele su perfume.
A medida que sigues avanzando, siente que por un rato has dejado atrás tu vida cotidiana.
Empieza a oír a lo lejos el murmullo de un arroyo.
Abandona el sendero y adéntrate sobre la fresca hierba para dirigirte al arroyo.
Haz una pausa para mirar a tu alrededor, hasta que encuentres un sitio tranquilo y seguro para sentarte.
Puedes sentarte sobre la hierba, sobre una manta o en una piedra. Incluso te puedes sentar en una roca en medio del arroyo. Encuentra el sitio que te resulte más atractivo.
Instálate en él y dedica unos momentos a observar apaciblemente el entorno.
A tu alrededor hay árboles hermosos, con verdes y espléndidas hojas. Puedes descubrir flores silvestres de múltiple colores y una gran variedad de vida vegetal.
Mira corriente arriba y observa cómo el agua fluye por encima de las rocas grises y marrones. Fíjate en el musgo que cubre algunas de las rocas.
Siente el frescor de la sombra que proyectan los árboles cuyas ramas se extienden sobre tu cabeza.
Contempla el reflejo del sol centelleando sobre el agua.

Examina el arroyo y mira como nadan en él pequeños peces. Fíjate en la variedad de sus formas y colores.
Ahora escucha el sonido de fondo, compuesto por el trinar de los pájaros y el chirrido de los grillos. El agua fluye apacible por encima de las rocas, burbujea y forma remolinos.
Introduce las manos en el arroyo y nota el frescor del agua. Tal vez quieras meter los pies en la corriente.
Vuelve a mirar dentro del agua y observa si en el fondo del arroyo hay alguna piedra o guijarro que te atraiga.
Cógelo y sácalo a la superficie.
¿Es redonda y lisa la piedra, o rugosa y puntiaguda? Dedícate un momento a examinarla. Cuando hayas terminado, devuelve la piedra al arroyo.
Ahora tiéndete de espaldas y observa el cielo azul en lo alto, así como las blancas nubes que pasan flotando.
Siente la fresca brisa sobre tu cuerpo.
En estos momentos la tierra te está nutriendo. Te esta recargando de vitalidad.
Comprueba que estás exactamente donde debes estar.
Siente como si una amorosa presencia más importante que la tuya te estuviera observando y cuidando de ti.
Dedica un momento a sentir tu conexión con la belleza que hay a tu alrededor.
Nota cómo una sensación de amor y de paz recorre tu cuerpo, llenándote de luz.
Nota cómo la luz impregna todas las células de tu cuerpo y las va nutriendo.
Inspira profundamente y siente como si formaras parte de tu entorno y de todo el universo.
(Introduce todos aquellos aspectos que desees trabajar)
Inspira de nuevo y conecta de nuevo con la belleza.
Cuando hayas terminado, prepárate a abandonar este lugar maravilloso, consciente de que puedes volver a él siempre que quieras.
Echa una última mirada a tu alrededor. Aléjate del arroyo e intérnate por el sendero que seguiste con anterioridad en dirección a la salida.
Date cuenta de que, debido a lo que acabas de experimentar, una parte de ti ha cambiado interiormente.
Mientras efectúas el camino de regreso, vuelve a prestar atención a los árboles y a las flores silvestres.
Mira la verja a lo lejos.
Al llegar a la veja, ábrela y pasa al otro lado.
Ciérrala a tus espaldas y poco a poco disponte a terminar tu meditación.
Con suavidad, mueve todo el cuerpo de un lado a otro y abre lentamente los ojos.
Respira profundamente antes de continuar tus tareas diarias.

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